*Por Natalia Betti
Uno de los temas por lo que me he interesado a lo largo de la carrera de Bibliotecaria Escolar, no solo como alumna sino también como futura profesional de la información, es la importancia del reconocimiento y el estudio de un fenómeno que crece exponencialmente en la educación pública argentina, no solo en nivel universitario, sino también, en el secundario: LA DESERCIÓN DE LOS ESTUDIANTES. En la actualidad, es una temática acuciante, que ocupa y preocupa a los agentes responsables en ese ámbito, así como también se ha tornado objeto de observación la prolongación en el tiempo de concurrencia de los alumnos
en las universidades y otras instituciones de educación superior.
Según varios autores ocupados en esta
temática, entre ellos, Sonia Araujo[1],
esto se debe a que, generalmente, el alumno se ve en la necesidad de descifrar
e implementar nuevos códigos del nuevo ámbito, como si se tratara de aprender
una lengua extranjera. Lo mismo sucede
con los códigos propios de la disciplina de su interés y de su ejercicio
profesional. Araujo investigó las
dificultades con qué se encuentran los alumnos al ingresar a la universidad,
sobre todo lo pertenecientes a los primeros años, y concluyó que existen dos
tipos de variables que inciden en el rendimiento del estudiante: por un lado,
las variables exógenas o externas (el género, la edad, las características de
su hogar de residencia, el nivel socioeconómico, el nivel educativo de los
padres, y las propias aspiraciones), y, por otro lado, las variables endógenas
o internas, que tienen que ver con el acceso a un lenguaje especializado y
distinto, y el nivel de desarrollo alcanzado previamente en la escuela secundaria.
Surge así el concepto de “alfabetización académica”[2]
como proceso mediante el cual el alumno, futuro profesional, es estimulado para
estos aprendizajes de estilos del ámbito académico, conceptos, formas de
discursos, formas de escribir, valores y nuevas normas, obteniendo así las
herramientas para afrontar las dificultades propias del mismo
Ahora bien, ¿es esta “brecha cultural
y académica” la única a sortear? No. Existen diferentes tipos de brechas,
entendiendo a estas en términos de inclusión o exclusión y marginación. Karina
Presta[3],
habla por un lado, la “brecha intelectual”, relacionada con la “brecha
cultural”, que se refiere a no contar con las herramientas y estructuras
cognitivas necesarias para interpretar lo producido por una comunidad académica
en particular. Y por otro lado, existe la “brecha digital”, que surge con la
emergente sociedad de información y los avances incesantes de las tecnologías.
En la actualidad, la información está al alcance de la mano, en incalculable
cantidad, avasalla, y hace necesarias
determinadas habilidades para seleccionar y procesar datos, para luego
poder construir conocimiento.
Esto circunscribe el objetivo de la
multialfabetización “en una sociedad multimodal, debe prepararse al alumnado
entre múltiples medios y lenguajes de la cultura del tiempo actual con un
planteamiento integrado de los distintos alfabetismos.”[4] , concepto que hallo por demás interesante. Involucra no sólo a la “alfabetización audiovisual” (cómo conocer, interpretar y tener una
mirada crítica ante el uso y la información trasmitida en los medio o recursos
audiovisuales) y a la “alfabetización digital o tecnológica” (enseñar la
habilidad de manejar el hardware y software de un ordenador, también denominada
por varios autores “alfabetización informática”), sino también a la “alfabetización
informacional” que debería darse en todos los niveles educativos, de forma transversal
al resto, y entendiendo a esta, como la define la American Library Asociation
como “una capacidad de comprender y un conjunto de habilidades que capacitan a
los individuos para reconocer cuándo necesita información, y poseer la
capacidad de localizarla, evaluar y utilizar eficazmente la información
requerida”[5] .
La
multialfabetización, o alfabetización múltiple, es la opción integradora de
todas estas alfabetizaciones a las que se tiene que brindar el alumno que
ingresa al ámbito universitario, para superar las brechas y dificultades y
evitar que se transformen en obstáculos para su continuidad. Dominar los códigos de las diferentes formas
de representación (visual, musical, digital, informacional) orienta a la
persona no sólo en lo académico sino también en su formación global, profunda,
como ser humano, para entender la realidad que lo circunda, y para actuar de la
manera más acertada en ella. Se podría también hablar de alfabetización
funcional, concepto que redacta la UNESCO, y que cita Badwens: “Una persona se
considera alfabetizada cuando en su vida cotidiana puede leer y escribir, comprendiéndola, una oración corta y
sencilla... La alfabetización funcional se refiere a aquellas personas que
pueden realizar todas las actividades necesarias para el funcionamiento eficaz
de su grupo y comunidad, y que además les permite continuar usando la lectura,
la escritura y el cálculo para su propio desarrollo y el de su comunidad” [6]
De esta
manera, y para finalizar, se puede afirmar que en la medida que los alumnos
logren ser centro de un proceso de estas características, que involucre varias
destrezas, que busque un desarrollo integral, cualquier brecha podrá ser
diluida, y así podrán ser, hacer, y pertenecer al ambiente y a la disciplina
académica que hayan elegido, como también podrán ser ciudadanos formados para
la participación activa y relevante en esta sociedad de información y
conocimiento.
[1]
Araujo, S; Mastrocola, M; Venanzi, G. La enseñanza y el aprendizaje del “currículum” como campo de
conocimiento en los alumnos ingresantes. Una propuesta de trabajo Tandil: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires,
2008. Versión digitalizada.
[2]
Presta, K. Triada estratégica para la generación social del conocimiento. La Plata : UNLP. Versión digitalizada.
[3]
Op Cit.
[4]
Area Moreira, M.; Gros Salvat, B.; Marzal García-Quismondo, M. El multialfabetismo. En: Alfabetizaciones y tecnologías de la
información y la comunicación.
Madrid. 2008
[5]
Op.cit.
[6]
Bawden, David. Revisión de los conceptos
de alfabetización informacional y alfabetización digital. En: Anales de documentación, N. º 5. 2002. (P. 366)
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